REVISTA DE INGENIERIA DYNA

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NOTICIA / NEW

Sección:

VARIOS

Con su manuscrito bajo el brazo, al-Khwârizmî recorre las callejuelas de Bagdad. Su mirada se detiene ante las innumerables bibliotecas que allí florecen en este principio del siglo IX. Resultado discreto, pero evidente, de una política favorable al Saber, impulsada por el Califa al-Ma´mûn, hijo de Hârûn al-Rashîd. Por la voluntad de mecenas bien inspirados, Bagdad (capital de un inmenso imperio que se extendía por entonces desde las inmediaciones de la India hasta España) rebosa de sabios. De todas las culturas y confesiones: musulmanes, cristianos, judíos, sabeos trabajan juntos en un abundamiento de ideas sin precedente desde hacía siglos. Entre ellos, tres hermanos tienen casa propia: los Banû Mûsâ. Muy influyentes en la Corte, Muhammad, Ahmad y al-Hasan trabajan en equipo y firman cantidad de obras de matemáticos, astrónomos o físicos. Su fortuna les ha permitido rodearse de traductores de talento, como Thâbit ben Qurra, al que Muhammad ha ve-nido a buscar a la villa de Harrân, en la Alta Mesopotamia. Destaca su increíble capacidad lingüística para traducir, entre otros, los tres últimos libros de “Las Cónicas” de Apolonio. “La esfera el cilindro” de Arquímedes o revisar la última versión árabe de “Los Elementos” de Euclides. Esta pasión por las Ciencias antiguas (enparticular griegas) no es propia sólo de los Banû Mûsâ. Las primeras traducciones aparecieron tímidamente bajo el reinado de al-Mansûr. Pero, desde la subida al trono de al-Ma´mûn, su nieto, el fenómeno adquirió una incomparable amplitud. AlKhwârizmi hojea con distracción su manuscrito. Sus dedos se entretienen un instante sobre este papel que, desde hace algunos decenios, reemplaza tan ventajosamente a los embarazosos rollos de papiro o a las pieles de pergamino. Piensa que la buena difusión del Saber ofrece a veces pequeños detalles…