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JUNIO 2004 - Volumen: 79 - Páginas: 61-62
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El arco iris se produce por la incidencia de los rayos solares sobre gotas de agua en suspensión en la atmósfera. Dichos rayos se reflejan en parte sobre la superficie de las mismas y en parte se refractan, dispersándose en el interior de éstas en los colores del espectro; los rayos dispersados sufren una reflexión total sobre la superficie interior de las gotas y salen finalmente de éstas refractándose nuevamente (Fig. 1), lo cual produce una mayor separación angular entre cada uno de los colores que constituyen el arco iris. Debido a la forma esférica de las gotas, los rayos emergentes salen formando un ángulo de unos 42º respecto a la dirección de los incidentes (se trata de un valor medio, pues la luz roja forma un ángulo de 43º y la violeta uno de 41º), por lo qué sólo contribuyen a la formación de un arco visible las gotas que se hallan sobre una recta que, pasando por la posición del observador, forme un ángulo de 42º con la línea que une el Sol con la gota; es decir, las gotas situadas en las proximidades de la superficie de un cono de 42º cuyo vértice es el punto de observación y cuyo eje es la línea que une dicho punto con el centro del arco iris (Fig. 2). De aquí que las gotas que intervienen en la formación del arco no sean las mismas para cada punto de observación, lo cual quiere decir que cada observador está viendo su propio arco iris.
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