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NOVIEMBRE 1999 - Volumen: 74 - Páginas: 72-74
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El cambio de siglo y de milenio es un buen momento para la reflexión sobre diversos ámbitos de nuestra vida personal y social. Entre esos ámbitos para la reflexión, se encuentra el de la energía. Podemos decir que el siglo que termina es el siglo de las energías convencionales, como base para el desarrollo de los países. Siglo del desarrollo industrial del carbón y de las máquinas de vapor empleadas en buques, ferrocarriles e industrias, siglo del desarrollo industrial del petróleo empleado en el motor de explosión, siglo de la energía nuclear para la producción de electricidad. Esas luces innegables han producido múltiples beneficios para muchos países, hasta el punto de que el consumo de energía per capita se ha convertido en un indicador de desarrollo y bienestar. Las energías convencionales son baratas si comparamos su precio con el bienestar que producen, son fiables y su uso es conocido y apreciado por la Sociedad. Dan lugar a sustanciosos impuestos que alegran las arcas públicas por lo que son fuente importante de ingresos para muchos países.
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