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JUNIO 2003 - Volumen: 78 - Páginas: 32-42
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Aunque existan planes múltiples y contrastados, la mayoría de los previsionistas nos indican que se debería duplicar el consumo de energía primaria comercial de aquí a 2030, pasando de 9 a 18 Gtep y aproximadamente triplicar de aquí a 2050, pasando a 25 ó 30 Gtep. De acuerdo con estos estudios, en el mejor de los casos, las energías fósiles sólo deberán representar en 2050 los dos tercios de estos consumos con respecto al 85 % actualmente. El objeto de este artículo es “volver a considerar” las hipótesis subyacentes en esta visión de nuestro futuro durante el próximo medio siglo y proponer un punto de vista sobre el balance energético del planeta en 2050. Esto puede parecer ilusorio en la medida en que, por ejemplo, no sabemos cuál puede ser el impacto de las eventuales rupturas tecnológicas más allá de 2010 o de 2020, y el impacto de las posibles rupturas económicas o demográficas. Ignoramos también (y esto es probablemente lo más importante) si vamos hacia una Humanidad en la que los comportamientos racionales terminarán por determinar las decisiones fundamentales en materia de sociedad o si lo irracional, en todas sus formas, seguirá teniendo gran importancia. Esto no lo sabemos, pero el futuro de las energías depende en gran parte de ello: en efecto, lo que importa no es la realidad como la definen los científicos, sino lo que perciben y desean las personas. Esta es la esencia misma de la democracia y, para el futuro de las energías, un factor clave: toda la problemática del Desarrollo Sostenible y los debates relativos a los problemas del medio ambiente dependen de ello. La aceptación o no de los riesgos relacionados con el efecto invernadero, el sector nuclear y los transportes individuales determinará la estructura de nuestros consumos energéticos en un medio siglo. Igualmente, la aceptación o no de los riesgos relacionados con las modificaciones genéticas determinarán en este mismo horizonte las respuestas que se dará al asunto de la “competencia por la tierra” entre biomasas alimentarias y biomasas energéticas. La multitud de preguntas es tal que nos contentaremos con enfocar algunos asuntos claves: el crecimiento económico, el futuro demográfico, la cuestión de los recursos y de las reservas de carbono fósil (petróleo, gas y carbón), la cuestión del futuro de las energías renovables y el de las energías nucleares. Propondremos como conclusión un “balance energético 2050” que de ninguna manera pretende ser más exacto que todos los balances existentes, pero que constituirá la síntesis de nuestras reflexiones.
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